Poderoso aquel que tranforma la materia y es capaz de cubrir una necesidad, satisfacer una ilusión, cumplir una expectativa y proteger nuestro planeta.
Las Navidades parece que nunca van a llegar, pero de repente aparecen como a traición, igualito que una apisonadora de la que es imposible escapar.
No soy de esas que tan pronto empieza diciembre, echan por la ventana a uno de esos muñecos de papá Noel o de rey mago, pobres seres inanimados que quedan colgando del tercer piso, del sexto o del que se tercie, ya haga sol o truene y rodeados, casi siempre, de un festival de luces de colores destelleantes que convierten el asunto en algo estrafalario. A mí, esos seres desmadejados colgando de la ventana no me producen ninguna ternura, más bien me dan un poco de grima.
Tenemos aquí una celebración religiosa, que en origen no es la fiesta de San Langostino, aunque lo parezca, sino una celebración con profundo sentido para los creyentes, que haberlos, haylos, como las meigas; pero que hemos convertido por arte de cartera en una maratón inmisericorde para las madres de familia. Esas mismas que cuentan con orgullo que ni sabe realmente a cuántos reune a cenar, que ella lo prepara todo, que la casa se le hace chica...
Me gusta mucho reunirme con mi familia -con la de aquí y con la de allende los mares- y con mis amigos también, pero de lo que me quejo es de que lo tengamos que hacer todos a la vez, casi de la misma forma, !y por narices!, que ésa es otra.
Compramos como por obligación, y cuanto más se acerca el día, más estupideces hacemos. No sé este año con la crisis como será la cosa, pero hasta las últimas Navidades daba miedo ver a la gente en los centros comerciales, con esos carros regurgitando paquetes y langostinos- o percebes y carabineros si eres pudiente-. Hay quien no come uno en todo el año, cuando son más baratos, y se tira en plancha cuando suben de precio.
El asunto de los regalos ya es el acabose, pero es que como el paso doble, de seguido viene fin de año y al poco, los Reyes, día en que regalamos un montón de insensateces.
La semana pasada mi hija me preguntó:
- Mamá ¿cuándo vamos a poner el árbol de Navidad?
- Este año no vamos a montar el árbol. Aprovechando los días de fiesta y el montón de publicidad que han dejado en el buzón (la mayoría revistas de juguetes) haremos uno exclusivo para nosotras y de paso reciclamos.
Y el de la cabecera fue lo que nos salió. Con servilletas de colores y un par de hojas de celofán que había en casa hicimos las flores.
Todo por llevar la contraria y poner un poco de cordura.
!!!!!!! Feliz Navidad !!!!!!!